Ciudad
educadora.
Por:
Rafael Sánchez Anillo.
Destitución
de Petro desestabiliza la democracia.
A través de los
diferentes medios de comunicación se conoció la destitución de Gustavo Petro
como Alcalde de la capital del país (segundo cargo más importante después del
presidente de la república de Colombia) e inhabilidad por 15 años para
ocupar cargos públicos en Colombia;
información que fue dada a conocer por el
procurador general de la nación; destitución fundamentada en la responsabilidad disciplinaria del Alcalde
mayor de Bogotá de asumir la recolección
de la basura y la terminación del contrato con una empresa privada.
Esta decisión ha
generado diferentes reacciones desde la misma ciudadanía hasta los líderes
políticos del país. Lo cierto es que
esta destitución deja un sinsabor, en cuanto que es conocido por todos que Gustavo Petro es en
representante de los sectores democráticos e izquierda, que milito en un
movimiento insurgente y que
posteriormente se reintegró a la vida civil como actor político en donde en
varias oportunidades se destacó como
congresista, realizando grandes debates, donde denunciaba situaciones de orden
nacional, tales como paramilitarismo, corrupción, mafias del narcotráfico y del
estado.
Hoy no queda claro
los fundamentos de destitución e inhabilidad por 15 años de Gustavo petro, como
alcalde mayor de Bogotá por parte del procurador general de la nación, que de
manera diligente y eficaz, saca un fallo de manera acelerada; mientras que en su
despacho duermen por varios años investigaciones de connotación nacional de
muchos funcionarios públicos. Lo cierto es que lo accionado por el alcalde de Bogotá ha sido
defender el estado social de derecho, donde
este debe asumir la prestación de los servicios públicos; para revertir
sus ganancias en los intereses generales de la comunidad, y no en los bolsillos
de los particulares, tal como se viene realizando.
Desde mi punto de
vista, estoy seguro que la destitución de Gustavo Petro representa una desestabilización
para la democracia colombiana, donde los intereses de los pocos que dirigen
nuestro país, no permiten que cualquier persona, que piense o actué de manera
diferente a sus intereses, tenga vigencia porque repercute un peligro para sus intereses; de esta manera, puede
ocurrir dos cosas: lo desaparecen físicamente o lo acaban a través de las
instituciones o aparatos políticos del estado.
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